Miles de voces se unen para acrecentar la llama de las vocaciones en España
- Ateneo de Teología
- 29 mar
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Con el lema de ¿Para quién soy?, he leído con atención lo que aparece destacado en algunos medios de comunicación sobre el Congreso de Vocaciones organizado por la Conferencia Episcopal Española en el pabellón Madrid-Arena. Sin duda, aunque hace un mes que se celebró, me ha parecido una iniciativa extraordinaria. Un subtítulo llevaba la convocatoria realizada: asamblea de llamados para la misión.

Me habría gustado participar en el evento. Estoy convencido, con todo, que los que estuvieron en este encuentro han hecho un detenido análisis de la situación de las vocaciones en España y han concluido dando respuesta a la pregunta que a modo de lema se sugería: “soy para el Señor en los hermanos”.
He dedicado tiempo también a los distintos y variados artículos que sobre la cuestión de las vocaciones aparecen en el número de marzo de Ecclesia y que me han servido de estudio y oración. Como se podía leer en el editorial de la revista las cifras del Congreso habido, contrastan con las disminución de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Sin embargo, esas mismas cifras sirven para reforzar uno de los principales mensajes de este encuentro: la vida como vocación, a la que todos los bautizados estamos llamados, ya sea en el matrimonio como al servicio de la familia o a través de misiones o ministerios diversos. Esto me recordó unas palabras leídas en Camino -best seller mundial- hace ya un buen número de años y que me removieron: “tienes obligación de santificarte, tú también. ¿Quién piensa que ésta es labor exclusiva de sacerdotes y religiosos? A todos sin excepción dijo el Señor: sed perfectos como mi Padre Celestial es perfecto” Camino, 291). Estas palabras de San Josemaría, en ese momento, me motivaron para seguir al Señor muy de cerca y aquí estoy … escribiendo un testimonio sobre la vocación después de un largo camino recorrido.
Todos estamos llamados a la santidad; de todos -Dios, nuestro Padre- espera amor. Y quiere Dios que seamos fieles a nuestro camino y demos respuesta en nuestra vida a su llamada si así lo hace: llamarnos. Quizá esa es la razón, pienso a veces, de los jóvenes que acuden al Ateneo de Teología los domingos por la tarde, o los días en que organizamos el taller de apóstol o semillas de apóstol.
Da mucho gusto ver la cantidad de jóvenes que responden a Dios afirmativamente tanto en el Opus Dei al que pertenezco, como en los distintos grupos o movimientos de los que tengo noticias por sacerdotes amigos: “alégrate si ves que otros trabajan en buenos apostolados. Y pide para ellos gracia de Dios abundante y correspondencia a esa gracia” (Camino, 965). Me entero así de los retiros de Emaús o de los que organiza Effetá en los que se juntan jóvenes con la finalidad de vivir un encuentro personal con Dios. Lo mismo sucede con las catequesis Neocatecumenales (de las que tanto me habla Álvaro, un sacerdote amigo, igual que de Efettá), los grupos que mueve Hakuna, los retiros de proyecto de amor conyugal, o de cursillos de cristiandad … y la relación se me haría interminable. Algún otro sacerdote me dice: no veas la alegría que estos grupos dan a la parroquia que tengo a mi cargo. Y lo bonito es que en algunos casos hablamos de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada salidas de estos grupos organizados de un modo tan natural como el agua misma que mana de un manantial.
Al final, lo prioritario -así lo aprendí de san Josemaría-, es pensar en cada uno en concreto; rezar, hablar con cada uno: me catequizaba en una ocasión un célebre sacerdote mayor que dejó ya este mundo: “hablamos mucho de la gente y sin embargo hablamos poco con la gente”, y desarrollar en la práctica lo que aprendí con sólo 16 años lo que se llama apostolado de amistad y confidencia; entonces veremos que las vocaciones vienen porque estar … están y el amor al celibato apostólico no es una realidad vital trasnochada. Ayer mismo, sin ir más lejos, mientras acompañé el acolitado que recibió un seminarista conocido y amigo, tuve la oportunidad de hablar con otro seminarista que recibió el lectorado, se ‘convirtió’ ya mayor y ahora encamina su vocación sacerdotal.
Gracias a los que convocaron ese Congreso de Vocaciones, y que me alegra evocar ahora un mes después para que no se olvide, pero no dejemos de pensar que todo pasa por el apostolado personal y por evitar el peligro de vivir en un permanente diagnóstico de la situación que atravesamos ahora mismo. Conviene avanzar, estamos en salida, esto dice el Papa Francisco.
José Ignacio Varela. Director del Ateneo de Teología.